Esta fue mi primera reunión presencial, me emocionaba asistir y conocer a todos más allá de la pantalla. Hacía mucho que no iba al jardín botánico entonces fue una agradable visita. Era mi último día en Ciudad de México dentro de ese viaje, un viaje que disfruté mucho, entonces la reunión como última actividad fue un buen cierre.
La virtualidad me pareció engañosa una vez más, mis compañeros eran distintos a como se veían en pantalla, me sentí de repente dentro de las dinámicas de la pandemia otra vez.
Fue un encuentro corto pero sustancioso. Nos presentamos y platicamos un poco para después ir a caminar por el bello jardín, escogimos la planta con la que íbamos a trabajar y compartimos la razón por la cual la habíamos escogido. Yo elegí el árbol del tejocote. Si bien me gustaron varias plantas, elegí el tejocote por la imagen que me generó, seguida de las sensaciones. Observaba cada planta como cuerpo en movimiento dentro de un espacio escénico, entonces el jardín botánico era el escenario y todas las plantas y árboles los cuerpos en escena que se movían y coreografiaban micro danzas. Lo que llamó más mi atención del tejocote fue su tronco erguido, el cual me recordaba un tronco humano alargado con los brazos abiertos intentando alcanzar el cielo.
La textura del tronco era lisa con algunos pliegues delgados, las venas por donde corría la savia-sangre del bailarín. Tenía un círculo de tierra bien definido a su alrededor. Esto me remite por completo al texto que nos compartió Cecilia, el de espacio somático. Pensar en los cuerpos que habitan y son el espacio, los cuerpos como generadores del lugar y la relación íntima que cada uno establece con su entorno, con el contexto al que pertenece y la manera en que suceden múltiples y complejas relaciones a su alrededor.
El tejocote como protagonista del círculo habitaba la ficción "jardín botánico". Hablé un poco sobre la reflexión que he tenido acerca de la ficción que me parece, simbolizan los parques, jardines y jardineras donde los árboles son domesticados, castrados de su hábitat natural y encapsulados en una escena mucho mayor, la ciudad. En Mérida es muy gracioso ver coníferas en la plaza principal. En Ciudad de México me agradan los árboles olvidados, los que están a mitad de las grandes avenidas llenos de polvo, débiles y doblados. ¿Cómo me relaciono con estos seres, con estos cuerpos olvidados pero vivos?
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Este paisaje interno está permanentemente fundido o puesto en relación de manera íntima con el paisaje exterior del medio. Uno no tiene sentido sin el otro. Me percibo con relación a lo que me rodea y los que me rodean. Este enfoque somático por tanto arrastra consideraciones sociales políticas y ecológicas – relacionando unos individuos y otros entre ellos y para con sus entornos – . Éstas retroalimentaciones, la interna, externa y la sociopolítica, se dan a la vez.
María Auxiliadora Gálvez, Espacio somático. Cuerpos múltiples.
En fin, el árbol iluminado por la luz matutina me llamó y me generó deseos de dialogar con él, de relacionarme a través del movimiento y la interacción meditativa. Cada quien mostró su planta o árbol y habló de las relaciones que estableció con ella. Fue lindo ver cómo algunos se vinculaban desde las texturas, colores, emociones, recuerdos, pensamientos o ideas. El ejercicio de la planta como detonante me gustó, así como mirar la foto de cada quien con su respectiva historia.
Así pues, salí de la reunión con una sensación de satisfacción para dirigirme al aeropuerto con el olor del tejocote en mi piel y la sensación de los nuevos rostros encarnados más allá del zoom.
Bibliografía
Gálvez, María Auxiliadora. (2020). Espacio somático. Cuerpos múltiples.